martes, 21 de octubre de 2014

Culturas Humanas. INUITS: EL PUEBLO NÓMADA Y SUPERVIVIENTE

Foto. greenlandadventure.com
Cada pocas horas, un crujido rompe el silencio de la tundra del Ártico. Como si ya fuera un proceso natural, enormes bloques de hielo se desgajan y caen a las gélidas aguas. Si hay un lugar en el mundo donde el cambio climático se hace más palpable es en territorio inuit, la población indígena que lleva cientos de años desafiando al frío polar del norte de Canadá, Alaska y Groenlandia.

Foto. Aaju Peter
Son cerca de 150.000 habitantes, repartidos en pequeñas poblaciones que viven de la pesca y la caza, y que tras sobrevivir a la primera llegada del hombre civilizado hace cien años, con sus armas, sus ambiciones, y sus enfermedades, ahora tiene dos enemigos inabarcables. El primero, y más grave, es el deshielo, que está provocando que los contaminantes provenientes del primer mundo que estaban enterrados en el manto helado durante años, salgan a la luz, atacando el organismo de estos indígenas del Ártico.

El deshielo, a su vez, está facilitando la llegada de empresas petroleras, ávidas de echarle mano a las importantes reservas de petróleo y gas que hay bajo la superficie del Ártico. ¿Podrá aceptar sus nuevas circunstancias este pueblo adaptado a lo largo de su evolución a las extremas circunstancias del clima? Es la gran duda para un pueblo extraño, excepcional, cuyas historias son casi propias de una película de ficción.

Hay teorías que explican que los inuits llegaron a Alaska hace 12.000 años desde Asia, a través del Estrecho de Bering. De ahí, tal vez, su pequeña estatura (normalmente 1,60 metros los varones, y diez centímetros menos las hembras). Tienen el cuerpo macizo y fuerte, con las extremidades cortas, lo que les ayuda a mantener el calor y tienen las pestañas pesadas, para proteger los ojos del resplandor del sol que se refleja en el hielo,

Foto. Sasha Leahovcenco
Se trata de un pueblo (inuit significa precisamente pueblo) acogedor, solidario y principalmente nómada que, como los indios del Viejo Oeste americano, siguen los pasos de las migraciones de animales que les sirven de sustento, como los caribúes, renos, osos, y focas, de los que aprovechan todo: carne, pieles - que les servirán para abrigarse -, grasa, o cornamentas y colmillos, con los que fabrican herramientas.

Para sus desplazamientos, y recorrer decenas de millas al día bajo duras condiciones, los inuits utilizan los tradicionales trineos, hechos de madera, huesos de animales, e incluso pescado congelado, que están tirados por los bellos perros polares (huskyes).

Aparte de la caza, los inuits centran su supervivencia en la pesca, de focas o ballenas gracias a los kayak, o de ‘halibuts’, extraños peces de los mares fríos, omnipresentes en la dieta local, y que se pescan a través de los tan conocidos agujeros en el hielo. Los anzuelos pueden llegar a bajar hasta un kilómetro gracias a unos sedales especiales.

Dependiendo de si son poblaciones nómada o no, pueden vivir en construcciones de madera o en iglús, construidos con hielo y parcialmente bajo tierra. Para calentar el interior, usan aceite de foca o de ballena. En verano, cuando el sol no se pone durante semanas, la climatología permite que duerman en chozas tipo tiendas de campaña.

La religión inuit tiene principios animistas y chamanistas. Los animales tienen un alma y el cazador debe celebrar un breve ceremonial cuando muere para que su alma vaya al mundo no terrenal. También creen los esquimales que una parte del inuit que muere pasa a un pariente recién nacido. 

Foto. Sasha Leahovcenco

Quizá las actuales generaciones puedan basarse en conocimientos milenarios para poder sobrevivir a las amenazas de la actualidad. Ojalá.

Por Roberto Bécares.

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